HISTORIA DE AMOR Y NECROFILIA DE Carl Tanzler Von Cosel | Recopilatorioss

“…Death of one sacrifice to avenge the raped corpse, blood of one mortal man the fire grows stronger within, fate of a frenzied lust…-Muerte de un sacrificio para vengar el cadáver violado del sepulcro; sangre de un hombre mortal, el fuego crece más fuerte dentro; destino de la lujuria frenética…-” (Necrophiliac, de Slayer, del álbum “Hell Awaits”- 1986-)

Su obsesión fue un deseo presente y eterno prolongado hasta el más allá de los días esperando, junto al cuerpo de su fiel amada, el momento inoportuno en que su corazón alemán se detenga, allí en aquel lugar que lo transporte a un nuevo mundo de libertades, devolviendo a su alma, la ilusión de la vida, los buenos recuerdos y los deseos extrañamente realizados durante su inolvidable camino de amor.

Para el radiólogo Carl Tanzler Von Cosel, tres sensaciones dominaron su bienestar sentimental y laboral en 1930: haber conocido a la joven cubana María Elena Milagro Hoyos, enferma terminal de tuberculosis; no haberla salvado de las manos de la inevitable muerte y finalmente, haberse enamorado de ella, desde el momento en que sus ojos se cruzaron con la dama de pelos negros, hasta el instante de la muerte del mismo médico.
Von Cosel nació en Alemania el 8 de febrero de 1877 pero, por la Segunda Guerra Mundial, tuvo que conocer continentes como Oceanía y América, en países como Australia, Cuba y Estados Unidos, donde finalmente se instalaría en Cayo Hueso, Florida, para trabajar en su profesión en el Hospital de la Marina.

El 22 de abril de 1930 conoce a la joven María Elena Milagros Hoyos, una cubana-estadounidense con Tuberculosis, muriendo el 25 de octubre de 1931.

Fue un período de una extraña necesidad de saber sobre ella, su historia, su presente, de visitarla, de llevarle sorpresas a Elena y a su familia y entablar una amistad secundaria a sus intenciones, cumpliendo con la caballerosidad personal y profesional. Siempre confusa su mirada en la soledad pero seguro de satisfacer el amor platónico, deseando a simple vista, pervertido e incoherente, rodeando sus ojos por el cuerpo imposible de una adolescente de 21 años, cara a cara, pero escondido, tras su perfil intelectual y su sonrisa enfermante.

El tiempo transformó en un verdadero sentimiento de amor, las viejas visiones sobre “una dama de cabellos negros” que la condesa fallecida Anna Constantia von Cosel, familiar de Tanzler, le había presentado durante las noches en sus viajes a Génova, Italia, antes de la Segunda Guerra.

Fueron muchas coincidencias, pero para el radiólogo, significaron tiempos de desesperación al saber que la historia le puso en sus manos, la vida del verdadero amor, haciendo cosas imposibles para curar una Tuberculosis irremediable, enfermedad mortal para aquellas épocas.

Su desgano producto del fracaso de palpar el ideal soñado y dejarlo escapar, produjo sus deseos de realizarle a Elena, un mausoleo, blanco, de una puerta ancha y con una especie de altar sobre el techo curvo de la construcción, merecidamente ganado por la joven para visitar todos los días. Su misión de destino y amor, jamás terminaron en el corazón latente de la difunta y menos de dos años después, el alemán robó el cuerpo de Hoyos para restaurarlo.

Necrofilia Pura

Su mente estaba convencida de que ella despertaría, por eso le hablaba y obtenía respuestas de que Elena quería salir de esa prisión pero a pesar de las palabras, sus labios no se movían, por lo que le ponía un vaso de vidrio en la boca para que ella le confirme su regreso a la vida, empañándolo.

Cada noche tenía su historia, sus charlas y promesas de libertad al lado del ataúd, en un silencio nauseabundo pero en 1933, todo continuó en su hogar, cuando robó el cuerpo para hacer lo posible en recomponerlo.

Vació sus órganos podridos y los llenó con trapos húmedos, en su vientre y sus pechos; los huesos fueron unidos con alambres y cuerdas de piano, los ojos fueron de vidrio, su piel descompuesta se transformó en poética seda de yeso, una peluca recuperando toda su cabeller; su cara, una máscara con su forma, siempre renovable, fiel a los recuerdos del radiólogo entre la vida y su sueño de sarcófago; el aroma a perfumes y desinfectantes y un tubo de metal cubierto en seda en su vagina para el acto sexual; su aspecto era la de una novia recién casada aunque tenía un extenso vestuario, de guantes, medias, vestidos y joyas, todos instrumentos necesarios y complejos para que la tanatopraxia fuese certera y decorada pero lo más importante, su rol en la cama, inmóvil y satisfactoria.

Los rumores de necrofilia llevaron a Nana, la hermana de Elena, a investigar la intimidad del alemán y confirmar la profanación. El cuerpo fue recuperado pero el castigo jamás llegó, a pesar de que el radiólogo fuese enjuiciado, ya que el caso quedó cerrado y Tanzler, en libertad.
El 23 de julio de 1952 Carl Von Tosel murió en su cama abrazado a una efigie con la forma de Elena…

Todo el romance de la eternidad, no pudo esperar sendas muertes porque la creencias de cielo y la perfección dominó cada minuto que su corazón no respiraba; pareciese que el destino tenía el nombre de la cubana a pesar de ser casado y con hijos, aunque este tipo de infidelidades son irrelevantes. Una historia verídica de los sentimientos enfermizos e irremediables de amor, constante y permamente, atrayendo admiradores de locuras ejemplares, provocando opiniones repugnantes y odiosos.
Lo cierto que es el amor fue incontrolable y la obsesión por tener la figura y piel de su amada, fue más allá de las imposibilidades físicas y espirituales.
No es el único caso de necrofilia en la historia, pero sí el más controversial. En 1947, el radiólogo escribió su autobiografía llamada “The secret of Elena´s Tomb”, además el escritor Tom Swicegood escribió esta fascinante historia de amor real en su libro “Von Cosel, a true story”(2003) y Ben Harrison en “Undying Love” (2001)


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